El latido de las revoluciones árabes
Por Josep Maria Antentas y Esther Vivas*
Mucho se ha escrito ya sobre las revoluciones en el Magreb y en el mundo árabe y su importancia histórica. Menos énfasis se ha hecho, pero, en la relevancia que tienen para la izquierda europea.
La primera cuestión importante que nos plantean es, precisamente, el retorno de la idea de revolución. "Siempre anacrónica, inactual, intempestiva, la revolución llega entre el ‘ya no’ y el ‘todavía no’, nunca a punto, nunca a tiempo. La puntualidad no es su fuerte. Le gusta la improvisación y las sorpresas. Sólo puede llegar, y ésta no es su paradoja menor, si (ya) no se la espera ", afirmaba Daniel Bensaïd. Dicho y hecho, los imprevistos acontecimientos en Túnez y Egipto resitúan en el imaginario colectivo la idea de que la acción colectiva es útil, que se pueden conseguir cosas con la movilización social y amplía el horizonte de lo posible. Su impacto en las conciencias de los trabajadores europeos es limitado, está claro, por la distancia cultural y política. Pero, aún así, son un contra-ejemplo a la experiencia cotidiana de las luchas sociales en nuestro país. Un mensaje de esperanza ante la resignación y el desánimo tras décadas de retrocesos y derrotas.
Los acontecimientos en el Magreb y el mundo árabe nos deben servir, también, para combatir la xenofobia en ascenso, la asociación interesada entre inmigración de origen musulmán e integrismo religioso. Las protestas y las revoluciones en marcha a favor de la democracia, la justicia social, la mejora de la situación de la mujer... ayudan a contribuir a desmontar la falacia del "choque de civilizaciones" y los perjuicios culturales.
La efervescencia política en la región provoca también una creciente politización de la población inmigrante, creando un mejor escenario para la confluencia entre ésta y la izquierda "autóctona". Una tarea estratégica para hacer frente al neoliberalismo y a los intentos de que la crisis la paguemos todos y todas.
Reforzar la solidaridad internacional con los procesos en curso debe ser una prioridad para los movimientos sociales de aquí. Para ello hay, pero, que orientarse bien sobre lo que está pasando. Primero, debemos tomar distancia de las tesis conspirativas que ven la mano de la CIA detrás de las revueltas. Sin duda las conspiraciones existen, pero no podemos interpretar la historia en clave conspirativa. Parece que para algunos la propia noción de revolución se había debilitado tanto que no se lo acaban de creer y tienen que ver montajes inexistentes donde sólo hay explosión de ira y rabia ante la injusticia!
Segundo, no hay que confundirse de bando en el caso libio. La defensa de Gadafi en nombre del anti-imperialismo que están haciendo algunos sectores de la izquierda, en particular bajo el impulso de Hugo Chávez, es un grave error que sólo sirve para despistar al movimiento de solidaridad internacional. En Libia, sin embargo, se plantea otro (complejo) dilema donde la izquierda europea no debe fallar: la necesidad de oponerse a la intervención militar de la OTAN que, lejos de defender los anhelos democráticos del pueblo libio, pretende controlar el escenario post-Gadafi y la explotación del petróleo. El aislamiento político y económico internacional del régimen, y el suministro incondicional de armas a los rebeldes son alternativas internacionalistas y solidarias a la intervención militar.
A pesar de todas las dificultades, el ascenso de protestas en países como Siria muestra que la dinámica iniciada en Túnez no se ha desvanecido. No debemos embellecer románticamente los procesos en marcha ni obviar sus carencias, ni tampoco desautorizarlas porque no son todavía "verdaderas revoluciones" que han conseguido dar la vuelta al orden económico y social. La gran debilidad política, organizativa y cultural de la izquierda en la región es uno de sus talones de Aquiles. Estas primeras "revoluciones del siglo XXI" son contradictorias y con límites, no siguen un modelo preestablecido y su resultado es abierto e incierto. El reto es precisamente conseguir que vayan hasta el final con todas sus consecuencias, evitando así que las esperanzas de cambio queden frustradas y, finalmente, "todo cambie para que no cambie nada".
La fuerza de los inesperados vientos que soplan en el Magreb y el mundo árabe desde hace meses no sólo electrizan la región sino que dan nuevas esperanzas a los movimientos sociales de aquí sobrados de derrotas y desengaños y faltados de victorias.
*Josep Maria Antentas es profesor de sociología de la UAB y Esther Vivas es miembro del Centre de Estudios sobre Movimientos Sociales de la UPF.
**Artículo publicado en Público (ed. Catalunya), 03/05/2011.
+ info: http://esthervivas.wordpress.
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