14 de março: Dia da Poesia no Brasil
Actitud frente a la poesia contemporanea
Por profesora Mónica Maud de Sánchez*
El 14 se festejó el Día Nacional de la Poesía y casi todos los grupos literarios, como instituciones gubernamentales, más que otros años, se han movilizado en actos y celebraciones. Se presentaron libros, se hicieron reportajes, se recitó largamente, se entregaron distinciones; la pregunta es: ¿hoy, la poesía aúna o divide? ¿Obedece a una actitud muy personal de todos y cada uno?
El 14 se festejó el Día Nacional de la Poesía y casi todos los grupos literarios, como instituciones gubernamentales, más que otros años, se han movilizado en actos y celebraciones. Se presentaron libros, se hicieron reportajes, se recitó largamente, se entregaron distinciones; la pregunta es: ¿hoy, la poesía aúna o divide? ¿Obedece a una actitud muy personal de todos y cada uno?
La poesía es esencialmente una libre condición del espíritu, y, como tal, busca un fin allende a todo fin. La poesía no es conocimiento intelectual, sino imaginario. De ahí, la diversidad de posturas que se exhiben frente a un poema. El poeta es un ser solitario, que ha logrado edificar un universo en derredor de su palabra, no para narrar lo que ve, lo que vive, lo que observa, haciendo versos que sólo rimen entre sí, o siguiendo una normativa estilística sobre cómo escribir una poesía.
El poeta ha insertado en ese mundo propio, lo propio, lo cual casi nunca coincide con el medio
social al debe adecuarse para poder sobrevivir. Esto no quiere decir que un poeta no participe de la vida social de su ámbito, sino que lo hace desde un lugar diferente, mirando y descubriendo lo que el hombre común no logra mirar, ni develar. Como si poseyera, de hecho lo posee, un sentido más oculto, y al tiempo, a flor de piel.
Los ojos del poeta poseen un brillo y un color especial, extraño a muchos, inexplicable a otros, molesto a quienes no han comprendido que el poeta, simplemente, está presente en cada verso, sin estarlo, sí, pareciera una contradicción, una maravillosa, que no deja de formar parte del misterio de la poesía, del misterio que crea y que ha conquistado y lo seguirá haciendo, mientras la humanidad tenga un respiro, pues la poesía en sí misma, no ha de desaparecer con el hombre.
En poesía el sujeto pasa inapercibido gracias a la conjetura, a la imaginación, a la intuición más pura. Dicho de otra manera: la poesía es un canto en el cual la naturaleza del poeta es superior a la naturaleza de lo imaginado. Y por superior, amo y señor de la palabra. He aquí, el extraordinario poder del poeta para ahondar límites infranqueables por nadie más.
El poeta no se rinde ante el objeto real porque éste es reemplazado por el objeto creado por el espíritu. Es decir, el poeta no se complace sólo con aprehender los sentimientos e ideas de la experiencia, debe intervenir en ellos, cambiarles el cauce, transformarlos en elementos dignos de ser soñados, revestidos de metáforas, alucinaciones, acordes, ofuscaciones, dolores no humanos, todo ellos llevados a una dimensión desconocida, en ocasiones, hasta por el mismo hombre, inexploradas por el hombre mismo, pero develadas, mediante el enigma de la poesía.
Muchos incurren en el error de confundir la poesía de imaginación con la poesía estética o la poesía no representativa con la poesía representativa. Cuando pecan de estéticos o representativos, reducen al silencio el fluir de imágenes poéticas; mejor dicho, atan la poesía al objeto existente, cuando éste es creado por la inspiración imaginativa del poeta.
Qué es el poeta. Un vidente, un buscador del alma, a la que examina, palpa, acaricia, comprende. Para eso, no apela al razonamiento, sino a las imágenes, al deleite de las formas, del sonido, de los sentimientos, de las sensaciones. Hace de lo trascendental su objeto, lo crea para sí. En fin, no reconoce regla alguna, sino a la propia imaginación. Pero además, aquí lo más importante, rompe el orden gramatical del lenguaje con el sólo propósito de enaltecer la imaginación; llámese a eso, hipérbaton. Por eso, dícese que el poeta es ‘amoral’, ‘malvado’, ‘criminal’; cargos a su andar por fuera de los caminos establecidos por esta desastrosa civilización moderna. Habría que profundizar sobre estos conceptos referidos al poeta; en otra ocasión.
En todos los tiempos, se señalan tendencias, se califican tendencias, se clasifica a la poesía, se la encuadra, se le pone marcos y límites; esta tarea no sucede sino a posteriori, después de que la escritura ha dejado sus huellas, y con únicos fines didácticos, como una necesidad de comprender algo más de aquellos poetas que nos han glorificado con versos escritos sin preguntas, sin orígenes, solamente porque debían de ser, tal como el destino, inevitable e inalienable. Sin embargo, la intelectualización del hombre de hoy, inserto en una vorágine que no le permite el deleite de la soledad del poeta, ha ido desmembrando la fogosidad esencial de la poesía, hasta el punto de que existen en el mundo más “versificadores” que “poetas”.
El versificador ha aprendido a dar rima a lo prosaico. Cuando se lo lee, es comprendido desde un lugar común, desde el mismo sitio donde habita el lector (por eso, la identificación). La producción del versificador puede ser explicada como si fuera, ni más ni menos, que una narración, un relato, porque tiene que ver con la cotidianeidad, pero presentada en forma de versos que armonizan. A versificar se aprende; en talleres, en escuelas, en universidades. A ser poeta no se aprende, simplemente se vive, se siente y no existe palabra alguna que sea estimable para ofrecer una explicación. Además, explicar una poesía, no tiene el menor sentido, a la poesía hay que abrigarla como un tesoro que alimenta el espíritu. Nada más.
De todos modos, no es posible mantenernos ajenos a ciertos cánones que rigen la poesía actual, por supuesto, desde un sencillo punto de vista de lector, jamás del poeta. Y ése es el motivo por el que la poesía es sometida a juicio, siempre en el banquillo del acusado. Sucede que habría que poder, y no callar, distinguir una poesía de una bonita, musical, pero simple versificación, la que siempre arrastrará una historia definida.
La poesía no ostenta temas fijados por el escritor, la sujeción de determinados conceptos temáticos forma parte del lector o de la tarea del crítico, cuyo objetivo es el de hacer más fácil el acceso al universo literario, sin que esto implique que el señor crítico sea siempre voz transmisora de verdades absolutas. En definitiva, el más implacable juez es el lector. Y como lector, digo: “es un arrebato contra la libertad del espíritu el tildar a la poesía de apegada o no a un terruño, es alarmante la actitud de no aceptar nuevos talentos, o de ignorarlos por el mero hecho de que no refieren a un lugar geográfico, como el pueblo natal, una región, etc.”
La poesía es lo único auténticamente universal; no posee cuna más que en el espíritu del poeta, ni tendrá raíces más que la mente, la imaginación, el padecimiento, y a manos del poeta, de quien no se puede juzgar más que lo que cede, su propio yo, desnudo frente a un mundo que alguna vez ha de comprender... El reconocimiento popular, los halagos de la prensa no dejan de pertenecer al mundo terrenal, del que el poeta en su creación ha escapado mucho antes. Son, no obstante, la única señal de que el poeta existe, de que está tallando senderos, de que también es un hombre de carne y hueso, que sonríe y disfruta de un buen lector. La línea es tan fina como un hilo de seda casi transparente, hay que admitir.
Por todo lo expuesto, quedarnos estancados en los poetas de antaño, en los maestros y no ostentar la apertura de mirar los talentos emergentes, no de universidades, sino de la vida misma, es condenar a la poesía actual, nuestra poesía contemporánea al cadalso antes de ser dirimida. Y al hombre, a su muerte como lector.
Los maestros que tenemos como referencias hoy de la historia de la poesía han padecido similar ignorancia en sus épocas de vida, la mayoría; no los dejemos de lado, ni a sus ejemplares obras, pero, demos un paso hacia delante y volquemos la mirada, también, a nuestro lado; a nuestro alrededor se cuecen maravillas que merecen ser gozadas, per se, sin comparaciones, sin tiempos, sin fronteras, sólo con plumas salidas de espíritus sensibles mancillados por el espejo de la ignorancia de los demás.
*Mónica Maud de Sánchez. Profesora de Castellano, Lliteratura y Latín. Diciembre de 2005. Nota: esta vez el término ´poema´ y ´poesía´ se encuentran empleados como sinónimos, pese a mis taxativas reservas.
Fonte: http://isla_negra.zoomblog.com
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