La verdad de la comunicación social


Por  Víctor Manuel Guzmán Villena 

La sociedad exige que los medios de comunicación digan la verdad; es decir, no deben rechazarla ni ocultarla, peor deformarla. No debe doblegarse ante los poderosos; no debe engañar a los débiles. Pero lamentablemente la comunicación se ha deformado porque los medios se han convertido en empresas políticas disfrazadas de información, donde es difícil resistir a los poderosos y muy provechoso engañar a los débiles.

Incurrir en la desgracia ante los poderosos equivale a la renuncia, y renunciar al trabajo es renunciar al salario. Renunciar a la gloria de los poderosos significa frecuentemente renunciar a la gloria en general. Para todo ello se necesita mucho valor y son pocos los comunicadores lo tienen. Cuando impera la represión y censura a la verdad por parte del poderoso dueño del medio, gusta hablar a los comunicadores de hechos y ambientes de la sociedad superflua y decadente. Es entonces cuando se necesita valor para hablar de las cosas básicas y esenciales para un mejor vivir como la alimentación, la vivienda, salarios más justos, beneficios sociales para la población.

En lugar de entonar ditirambos sobre el desposeído para desprestigiar a los gobiernos progresistas, mezclado con contenidos para mantener su status quo hablando de respeto a la libre empresa, a la libre expresión, de los bonos, de acciones fiduciarias, de la bolsa, del pago de la deuda externa, que facilitarían la vida de quienes ostentan el poder económico y por tanto hay que ensalzar ese sistema.

Cuando se clama en los medios que el Estado no debe gastar y que es mejor guardar dinero para pagar la deuda externa, están manifestando estos sectores que hay que seguir manteniendo a las masas en la ignorancia porque no conviene que se gaste en mejorar la educación, la asistencia social. Allí hay que tener el valor para plantearse el interrogante: ¿Mejor para quién?¿Es que el hambre, la ignorancia y la violencia no crean desigualdades? También se necesita valor para decir la verdad sobre sí mismo cuando se es un vencido por la dadiva. Muchos perseguidos pierden la facultad de reconocer sus errores, la persecución les parece la injusticia suprema; los verdugos persiguen, luego son malos; las víctimas se consideran perseguidas por su bondad. En realidad esa bondad ha sido vencida.

Por consiguiente, era una bondad débil e impropia, una bondad incierta, pues no es justo pensar que la bondad implica la debilidad, como la lluvia la humedad. Decir que los buenos fueron vencidos no porque eran buenos sino porque eran débiles y requieren de cierto valor. Escribir la verdad es luchar contra la mentira, pero la verdad no debe ser algo general, elevado y ambiguo, pues son estas las brechas por donde se desliza la mentira. El mentiroso se reconoce por su afición a las generalidades, como el hombre verídico por su vocación a las cosas prácticas, reales, tangibles.

No se necesita un gran valor para deplorar en general la maldad del mundo y el triunfo de la brutalidad que acarrea la injusticia y equidad social, ni para anunciar con estruendo el triunfo del espíritu de libertad que proclaman los países dominantes, cuando al interior de sus propias fronteras no existe porque con el cuento que atenta a ala seguridad corporativa empresarial impiden que prevalezca la verdad. Muchos se creen apuntados por la artillería cuando se les exige la verdad, allí formulan reclamaciones generales en busca de un mundo de amigos inofensivos y reclaman una justicia general por la que no han combatido nunca. También reclaman una libertad general: la de seguir percibiendo su parte habitual del botín. En síntesis sólo admiten una verdad: la que les suena bien.


Publicado en: http://uncomunicadorcomprometido.blogspot.com
*victormanuelguzman@yahoo.com

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